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Headlander – La reseña

Nunca debemos subestimar el poder de una cabeza, siempre que vuele con propulsión a cohete.

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Hay un tipo de satisfacción cómica que sólo puede conseguirse al utilizar una cabeza-aspiradora para -valga la redundancia- descabezar un robot en cámara lenta, mientras reflejas de vuelta los rayos láser de otro para hacerlo explotar. Descabezado el primer cuerpo, te adueñas de él y atacas sin cuartel a los enemigos restantes con una ráfaga confusa de rayos láser que rebotan en todas las superficies, creando un caótico espectáculo de luces.

Con el escenario libre de amenazas, caminas hacia una de sus puertas y la inteligencia artificial que controla su abrir y cerrar te niega sarcásticamente el paso porque eres del color equivocado. Esto es Headlander: un metroidvania retro-futurista y cómicamente distópico desarrollado por Double Fine Productions y publicado por Adult Swim Games.

Todo ocurre en un futuro inspirado en la estética de ciencia ficción de los setenta (con todo y bailes electro-funky), con robots y tecnología que recuerdan mucho a Futurama o, inclusive, a Los Supersónicos (y para los más curiosos: al arte de Charles Moll). La estética está empatada por una música en ocasiones lounge y más frecuentemente llena de sintetizadores, que ambientan perfectamente la estación espacial hedonista en la que ocurre el juego.

En este futuro, los seres humanos han decidido transferir sus consciencias a cuerpos robóticos para ser inmortales (y hedonistas, frotando sus cuerpos robóticos contra tapetes para generar estática, que recuerda mucho lo que le pasaba a Bender cuando se pegaba imanes en la cabeza) y ahora viven bajo el yugo dictatorial de una inteligencia artificial demente, METHUSELA, en una estación espacial. Tu eres Headlander, una cabeza humana en un casco especial con cohetes de propulsión, escudos reflectores y una potente aspiradora que permite descabezar otros robots y tomar control de sus cuerpos. También eres la última esperanza para liberar a la humanidad de METHUSELA y volver a tener un cuerpo de carne y hueso, con la ayuda de EARL y las hijas de Lucia-13.

La historia toma mucho de lo típico en la ciencia ficción, con mucho humor tanto en lo que ocurre como en los juegos de palabras y dobles sentidos. Todo empieza ciertamente con algo de clichés típicos del género, pero pronto las cosas dan algunos vuelcos inesperados e interesantes. No haré ningún spoiler, pero el humor cándido y colorido pronto es más un humor negro y existencialista que me dejó perplejo (pero positivamente). Es un mundo colorido y absurdo en el que hay que estar preparado a encontrarse con lo que sea.

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Como otros metroidvania, Headlander toma lugar en un mapa interconectado que requiere de ciertas habilidades o cumplir ciertos objetivos para abrir el acceso a todos los espacios y habitaciones. Para acceder a las distintas áreas, la mecánica principal del juego gira alrededor de apoderarse de los cuerpos de los robots de seguridad de la estación espacial. Hay seis niveles de seguridad y poder, cada uno corresponde a un color en el espectro ROYGBIV (rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta), con el rojo siendo el más bajo y débil, y el morado el más alto y fuerte. Estos cuerpos robóticos, además, disparan rayos láser del color que les corresponde –el modo principal de combate–, con cada color también representando el número de veces que un rayo láser puede rebotar en una superficie antes de desaparecer: el rojo rebota 2 veces, el naranja 3, etc.

Desafortunadamente, los controles de disparo no son los más precisos ni cómodos, haciendo que apuntar los rayos para que reboten ocasionalmente sea algo problemático. También hay algunos de estos que disparan rayos bifurcados (hasta 6 rayos de un solo disparo), animando un poco más la dinámica del rebote.

Hay otros robots que puedes controlar, particularmente los ciudadanos de la estación espacial. Estos no tienen habilidades ofensivas y sólo acceden al nivel más bajo de seguridad, pero en cambio bailan: en vez de disparar rayos láser, cada “tipo” de ciudadano tiene un baile corto particular acompañado de su propia música (detalle que no dejó de divertirme durante la partida). También puedes controlar pequeños robots de mantenimiento o perros robot mascota para entrar por los espacios más estrechos del mapa (cosa que no pasa con tanta frecuencia como me hubiera gustado).

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Sin embargo, una porción importante del juego la pasarás como una cabeza voladora, entrando en los sistemas de ventilación (¿los robots respiran?) de la estación espacial y evadiendo todo tipo de obstáculos y amenazas. Diría que andar volando por el mapa como una cabeza es de lo más gratificante del juego, Headlander lo hace con elegancia y controlar el vuelo se siente suave. Además, volar por ahí es bastante importante porque en control de cuerpos robots no puedes saltar (omisión curiosa en un juego como este).

Por fortuna en “modo cabeza-voladora” no eres inofensivo: puedes usar tus propulsores para acelerar y volverte un objeto de fuerza contundente, usar tus escudos reflectores para evitar el daño y devolverlo a tus enemigos o –mi opción favorita– incapacitar a tus enemigos usando una potente aspiradora para quitarles la cabeza. Estas capacidades ofensivas, además de algunas otras cuando tomas control de un cuerpo robot (como un escudo arco iris de invulnerabilidad [así como suena]), se adquieren rápidamente y pueden mejorarse encontrando nodos de mejora esparcidos por el mapa, que otorgan puntos para invertir en las habilidades y desbloquear nuevas. EARL, compañero constante de la aventura, es quien explica cómo funciona todo en su curioso acento sureño americano.

Regados por el mapa también están las mejoras de vida y de poder (que se gasta con el uso de las habilidades especiales), pero donde en un juego como Metroid encontrar las mejoras escondidas en el mapa tiene un cierto grado de dificultad, Headlander no esconde nada. El mapa mismo indica las entradas a pasadizos “secretos” y si tomas el control del robot-mapa que hay en todas las zonas, todo queda revelado. Esto sin duda facilita el progreso dentro del juego y promete recompensas rápidas, pero al mismo tiempo permite desarrollar las mejoras demasiado rápido, tanto así que acumulé puntos de sobra y jamás temí por mi robótica vida.

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Hay algunos rompecabezas menores (diría yo) para avanzar y conseguir mejoras, pero no son tan frecuentes como me lo esperaba, ni representan retos que consuman mucho tiempo. Muchos constan de disparar los rayos de colores para que reboten sobre algunas superficies marcadas en un tiempo específico. Solo uno opcional hacia el final del juego me tomó bastante solucionar por el desorden de colores en la pantalla.

Mientras otros metroidvania tienen varios jefes (uno al final de cada área), Headlander sólo tiene dos: uno a la mitad y otro al final. Ambos son de las secciones más entretenidas del juego, tanto por lo que toca hacer a nivel de mecánicas, como por la situación en la que nos encontramos dentro de la historia. Insisto: es un mundo absurdo, loco y humorístico. En el último de los jefes tuve el infortunio de morir un poco más de lo necesario, cosa que puede ser algo frustrante pues los jefes son de varias etapas y morir te obliga a volver a empezar. Normalmente cuando esto ocurre la pantalla se llena de arco iris psicodélicos (con waaah wub bastante tripy) y pronto apareces al principio del cuarto en el que te encontrabas, sin penalidad alguna. Sólo en los jefes esto es un problema. Sin embargo, es una pena que el juego no tuviera más, pues son de lo más memorable en la experiencia.

Headlander no es un juego perfecto. Tiene sus momentos frustrantes que ocasionalmente interrumpen el jovial vuelo de nuestra cabeza-cohete. Pero la mezcla de las mecánicas con lo cómico, absurdo y colorido del mundo le dan vida nueva a un género clásico y una fórmula algo cansada, haciendo de este peculiar juego una experiencia única. Headlander es un título atípico que vale la pena jugar tanto por su valor de nostalgia como por su intrusión dentro de un género establecido.

Reseña hecha con una copia de Headlander en su versión de PS4 brindada por Adult Swim Games.

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