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[Editorial] El retorno del rey

La cápsula del tiempo de los noventa nunca había golpeado tan fuerte como ahora.

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La cápsula del tiempo de los noventa nunca había golpeado tan fuerte como ahora.

No es como si en algún momento hubiese dejado de ser relevante, pero de repente Dragon Ball volvió a tomar la fuerza con la que reinó hace tres décadas desde el lejano oriente. Tampoco es que sea un caso fortuito, pues exactamente fue desde que a Akira Toriyama le diera por resucitarla con una continuación oficial a la línea Z, olvidando los eventos de GT, que Goku y compañía aumentarían su ki y otras más de sus transformaciones multicolores en dos nuevas películas, cuyas historias han sido recontadas a través de la moderna serie Dragon Ball Super. Ya transmitiéndose en Latinoamérica con su doblaje legendario tan querido por los fanáticos de toda una generación, mientras que en Japón un poco más adelantada viviendo la intensidad del torneo multiversal.

Para completar el resurgir de la fiebre Saiyajin, Dragon Ball Z Kai: The Final Chapters finalmente se estrenó en nuestra región, un más resumido arco de Majin Buu pero de nuevo con las voces latinas clásicas, tras la recepción negativa hace unos años de los dos primeros arcos (Freezer y Cell) con voces diferentes y poco agraciadas. Es como si jamás se hubieran ido los Guerreros Z. Muchos de los jóvenes que en su tiempo vieron la serie original ahora son padres y adultos con responsabilidades, así que esa bocanada de nostalgia nunca cae mal.

Por supuesto en el aspecto de videojuegos también hay que agradecerle a la distribución de Bandai Namco Entertainment, ya que continuas entregas de la franquicia no han dejado que caiga en el olvido. En especial cuando próximamente arribará la creación de Arc System Works que promete uno de los títulos más sobresalientes de peleas con Dragon Ball FighterZ.

Dragon Ball fue un símbolo en los noventa para nuestra región, de eso no queda duda, pero hablar de videojuegos y dirigirnos hasta dicha época es poner sobre la mesa 16-bit de potencia ofrecidos por el Super Nintendo Entertainment System desde inicios de dicha década. Es como si el NES aplicara la misma estrategia actual de Dragon Ball, añadir la palabra ‘Super’ y transformarse en un sucesor digno de apreciar. SNES o Super Famicom, la forma evolucionada de la primera consola casera de Nintendo, daba pasos de gigante en la cuarta generación al ofrecer una mayor capacidad de almacenamiento en sus cartuchos, sonido más envolvente y gráficas cercanas a las placas madre de Arcade, que con ayuda adicional del chip FX brindaban una experiencia más refinada, incluso con la ilusión del 3D.

El catálogo del sistema no solo es abundante por si mismo (o variado por regiones con muchos títulos exclusivos de Japón), sino que del mismo sobreviven franquicias tanto de Nintendo como de terceros que se mantienen con una fortaleza innata en plataformas actuales. Pero claro, hablamos de una máquina perteneciente a una era donde solo se trataba de conectar y jugar, plug-and-play, nada de actualizaciones ni contenido descargable que solo retrasan el tiempo de juego cuando este es muy escaso y las noches tan cortas. A menos que hablásemos del periférico japonés Satellaview para Super Famicom, pero no es algo que en su tiempo nos afectara en occidente.

Por supuesto se puede decir lo mismo del juego inmediato con otras consolas noventeras como Sega Genesis o PlayStation. Pero con la primera, la declarada guerra estuvo decidida desde el principio con cierta discrepancia en Norteamérica, mientras que con la segunda su uso de discos ópticos la hacía relativamente más lenta por sus tiempos de carga. Claro que un disco óptico brindaba mayor almacenamiento y 3D nativo, pero su concepto de conectar y jugar siempre iba acompañado de un anuncio de ‘Loading…’.

Cosa de la cual no sufrían los cartuchos de SNES aunque fuesen de una generación atrás y misma opción escogida para su sucesor, quizás con los resultados más divididos que tuvo la compañía en aquel entonces.

SNES fue el hogar de incontables RPG orientales que a punta de sprites aún se sostienen como estandarte educativo para desarrolladores. También fue la escuela perfecta de los beat ‘em up y una no despreciable universidad para los juegos de pelea. Si hablamos de títulos plataformas, pues nos referimos al género más aprovechado y perfeccionado en la consola, no solo por Mario o Donkey Kong, aunque en realidad si sea la máquina que vio los mejores juegos de Mario y Donkey Kong en 2D, o de la saga Metroid, o Kirby, o la misma The Legend of Zelda.

Por eso no es sorpresa que SNES Classic Edition haya sido recibido por el mundo como la segunda venida de un mesías en la industria de los videojuegos, un elegido digital con una librería que no pasa inadvertida ante cualquier parroquiano. No es necesario haber nacido en esa época o vivirla siquiera para reconocer su valor, cualquier niño pequeño, hijo, sobrino, hermano, aquel que no le interesa si una consola es de última generación o no, es capaz de disfrutar en grande con un control de Super Nintendo en sus manos y juegos como Super Mario World, Donkey Kong Country, Super Mario Kart, The Legend of Zelda: A Link to the Past, Super Metroid, Kirby Super Star, F-Zero, Mega Man X, Street Fighter II, Super Castlevania IV, Contra III: The Alien Wars, Mortal Kombat o Top Gear.

Para el coleccionista retro, intentar conseguir legalmente cartuchos originales de SNES como Super Mario RPG: Legend of the Seven Stars, Final Fantasy VI, Secret of Mana o EarthBound, puede resultar en una tarea apoteósica y usualmente costosa, exageradamente costosa en países latinos como el nuestro. Cualquiera toma esto como justificación para sus prácticas de piratería e incluso alterar consolas modernas, pero no es el hecho. Es ahí donde SNES Classic Edition suple una demanda con un precio justo de 80 dólares y 21 juegos, la gran mayoría de los arriba nombrados y sumándole el nunca antes lanzado Star Fox 2.

Entonces como consumidores nos golpea el tema de la distribución y muchas de las unidades en preventa con diferentes tiendas se agotan en cuestión de segundos y minutos. En Europa y América, varias de esas unidades terminan publicadas en internet en sitios de subastas a precios muy superiores de los 80 dólares, mientras que en nuestro caso, el precio total es de 430.000 pesos colombianos, pero aun así son arrebatadas en modo de pre-orden. Algo que un trabajador promedio sin interés en los videojuegos vería como un gasto inaceptable, desfasado e injustificable.

Pero así es el mercado, en especial en lo que ha transmutado el mercado retro, cuya resurrección no solo obedece a un asunto de nostalgia sino de relanzamientos como el del pequeño SNES. Pues ahora el valor retro no solo se rige bajo la calidad de su época e inmortalidad en el medio, sino en intentar brindar una nueva capa de pintura con elementos que fueron reyes hace más de dos décadas.

Lo hace Dragon Ball, lo hace Nintendo, y la verdad no es que nos molestemos por ello.

 

@maskedlizard

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