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Rogue One: Una historia de Star Wars – La reseña

La nueva esperanza en el renaciente universo Star Wars con una película de guerra, haciendo honor a su nombre.

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En 1977, el texto de apertura de Star Wars: Episode IV contaba una historia, un preámbulo dramático; una excusa narrativa para desarrollar una trama que parecía empezar in media res, donde muchos destinos ya se habían jugado. Así que no hay mejor sinopsis corta de la trama de Rogue One que el mismo texto que George Lucas introdujo en letras amarillas hace ya 40 años:

“Son tiempos de guerra civil. Naves rebeldes han atacado desde una base secreta y han obtenido su primera victoria contra el malvado Imperio Galáctico. Durante la batalla, espías rebeldes lograron robar los planos secretos del arma más extrema del Imperio, la ESTRELLA DE LA MUERTE, una estación espacial blindada con suficiente potencia para destruir un planeta entero”.

Este texto introdujo un misterio que en su momento era sólo un elemento de la creación del universo de Star Wars: algo que no necesitábamos ver resuelto para entender de qué venía el Episodio IV. Pero con un nuevo universo canónico de Star Wars que no quiere dejar cabos sueltos y pretende expandir la mitología que a tantos cautiva: Rogue One, dirigida por Gareth Edwards y escrita por Chris Weitz, viene a contarnos qué, cómo, cuándo y—más importante—quiénes lograron conseguir esta primera victoria para la Rebelión que vería a Luke Skywalker salvar la galaxia poco después.

Rogue One, más que las películas anteriores, es una película de guerra. No es la opera espacial melodramática a la que estamos acostumbrados. En ella vivimos más de cerca el conflicto bélico a través de los ojos de personajes más comunes, más reales: ninguno tiene poderes mágicos y lo único que los hace especiales es su determinación, su entrega a una causa; no un destino más grande que ellos.

De aquí en adelante, spoilers menores (quedan advertidos):

La historia de Rogue One gira fundamentalmente alrededor de nuestra nueva y reluctante heroína, Jyn Erso (Felicity Jones), y cómo esta se ve involucrada en la misión para recuperar los planos de la Estrella de la Muerte junto a un pequeño grupo de rebeldes renegados. Jyn es la hija de Galen Erso (Mads Mikkelsen), un importante científico cuyo trabajo fue fundamental durante la construcción de la poderosa estación espacial, pero desertó y huyó del Imperio. Su salida del proyecto causa retrasos en la terminación de la siniestra arma y Orson Krennic (Ben Meldensohn), director de investigación de armamento avanzado del Imperio, le da caza y obliga a volver. Para proteger a la pequeña Jyn, su padre la obliga a esconderse y así evitar que el Imperio la utilice en su contra. Jyn es rescatada por el veterano de guerra y rebelde Saw Gerrera (Forest Whitaker), amigo de su padre.

Saltamos quince años en el tiempo y ahora Jyn se encuentra presa en un campo de trabajo forzado del Imperio bajo un nombre falso. Simultáneamente, un piloto de transporte del Imperio, Bodhi Rook (Riz Ahmed), deserta en el planeta Jedha con un mensaje importante de Galen Erso para Saw Gerrera: una advertencia sobre el arma que el Imperio está por terminar. La Alianza se entera del desertor, pero no pueden acceder a él o a su mensaje, pues Gerrera es un rebelde radical cuyos métodos no están en línea con los de la Rebelión, así que opta por rescatar a Jyn, sabiendo quién es ella realmente y su relación con Saw Gerrera. Junto con Cassian Andor (Diego Luna), un operativo de inteligencia rebelde, y K-2SO (Alan Tudyk), un droide imperial reprogramado, Jyn parte hacía Jedha para conseguir una audiencia con el rebelde radical, acceder al piloto, hacerse con la información, encontrar a Galen Erso y confirmar la amenaza de la Estrella de la Muerte.

Después de un par de eventos que no voy a relatar para no arruinarle la historia a nadie, se forma nuestra banda de rebeldes, la unidad Rogue One, que parte en la misión crítica para recupera los planos de la Estrella de la Muerte en una estación de comunicaciones del Imperio en el planeta Scarif, dejándonos justo donde retoma el Episodio IV.

Nuestra banda de rebeldes consiste de Jyn Erso, Cassian Andor, K-2SO, Chirrut Îmwe (Donnie Yen), Baze Malbus (Jiang Wen) y Bodhi Rook (Riz Ahmed). Todos tienen su momento para brillar, pero la película deja bien claro que Jyn es la protagonista indiscutida y Cassian el personaje secundario más importante. Nada de síndrome Suicide Squad. Así que detengámonos un poco en el reparto:

Felicity Jones como Jyn Erso es una más en la lista de heroínas extraordinarias y una mejor líder de reparto que Daisy Ridley (Rey en SW: VII), seguramente porque no compite con sus co-actores como Rey si lo hace con Finn (John Boyega). Pero Jyn, aunque similar en ciertos aspectos a Rey, es una heroína cortada de otra tela. Es menos desubicada y entendemos que su vida la ha llevado a convertirse en una luchadora feroz e inteligente (no tiene habilidades que mágicamente la vuelven formidable en combate). Su determinación también la hace una líder natural y su discurso climático cerca el final de película, en una saga con diálogos rimbombantes, es centrado y convincente. La película hace bien en mostrarnos algo de su pasado y explicar pequeños fragmentos de él en los diálogos sin ser demasiado explicativos, creando un personaje completo y complejo.

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Diego Luna como Cassian Andor, el segundo en la trama y quien afortunadamente no fue un “interés romántico obligatorio” para Jyn, es otro buen personaje de la película. Espía, asesino y agente de inteligencia, desde su primera escena sabemos que Cassian es un antihéroe que ha tenido que hacer cosas amargas para defender lo que él cree que es justo. No se aleja de ser cruel, inclusive, si es lo que la rebelión necesita: es el primero en decir que el fin justifica los medios. Hay – porque no nos podíamos salvar – un desarrollo “romántico” entre Cassian y Jyn, pero es tratado con sutileza y se deja como entre-dicho: es más el resultado de la camaradería y el compartir el sufrimiento y la victoria, que de la atracción romántica melodramática que esperaríamos.

K-2SO es el personaje cómico como HK-47 fue cómico en el videojuego Knights of the Old Republic, es un droide pragmático y pesimista que dice todo lo que se le viene en mente (¿procesador?). Es como una mezcla entre Marvin (de HHGTG), HK-47 y una pizca de C-3PO. Sus líneas graciosas (porque no son “bromas”) son convincentes, no parecen forzadas, y de seguro muchas quedarán guardadas en nuestra memoria. Tal vez lo único que incomoda de la interpretación de Alan Tudyk es que su modulación es poco robótica y muy “humana”, detalle que de todas formas ayuda a hacer de K-2SO un personaje convincente, pero desestabiliza algo la suspensión de la incredulidad.

Donnie Yen y Jian Weng como Chirrut y Baze son una pareja de amigos interesantes, ambos protectores de los templos de Jedha. Chirrut es nuestra conexión a la Fuerza en la película, constantemente cantando un mantra distintivo de forma religiosa: “La Fuerza está conmigo. Soy Uno con la Fuerza”. Pero no es un Jedi ni nada parecido, simplemente un devoto que siente la Fuerza y cree en ella. Baze, su compañero, es casi como su protector: pragmático y escéptico. Forman un dúo interesante y dinámico el que ocasionalmente sacamos algunas risas.

Bodhi Rook, interpretado por Riz Ahmed, es, tal vez, el menos desarrollado de los personajes principales, pero igual aprendemos mucho de lo poco que vemos. Es tímido y nervioso, pero definitivamente valiente de esa manera que sólo alguien que pensamos es cobarde puede ser valiente: al que le cuesta trabajo tomar el primer paso, pero cuya valentía es mucho más real por ello mismo. Su nerviosismo le da algo más de carácter a un grupo repleto de personajes determinados y es una adición bienvenida.

Mad Mikkelsen aparece solo esporádicamente como el padre ausente de Jyn y colaborador reticente del Imperio: es una cara de nuevo refrescante que complejiza la relación que tienen los personajes del universo de Star Wars con el Imperio, como lo es igual Finn en el Episodio VII: no todos son villanos o patrulleros reemplazables. Su “contraparte”, Krennic (interpretado por Ben Meldensohn) es más el villano político tradicional: ambicioso y dispuesto a pararse encima de quién se cruce en su camino. Sin embargo, son sus interacciones con el alto mando del Imperio, Tarkin y Darth Vader, las que revelan su verdadero carácter algo cobarde.

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Peter Cushing, en su corta aparición, se roba completamente la escena y humilla a Krennic, poniéndolo en su lugar, como sólo él podría. Se nota de nuevo ese personaje metódico y paciente que vimos años atrás en el Episodio IV, una poderosa figura digna de temerse. Por su lado, James Earl Jones vuelve como la voz de Darth Vader y vemos un lado más político y violento del legendario villano. Vader no es el villano principal de la película y aparece poco: lo suficiente como para emocionarse, pero no demasiado como para que nos olvidemos de la historia que la película realmente nos quiere contar. No es sino hasta el final que lo vemos realmente en acción en una corta secuencia exhilarante.

Rogue One también nos muestra una variedad más amplia de lugares del universo de Star Wars. Todavía nos enfrentamos a mundo monotemático y se repite el planeta-desierto, como si ya no bastara con Tatooine y Jakku. Pero visitamos una interesante colonia mercantil en unos asteroides al principio de la película que llama la atención (aunque es una breve visita), y Eadu y Scarif son una buena adición de nuevos planetas monotemáticos como para animar la vista (Scarif fue filmado en las islas maldivas).

De efectos especiales pueden esperar algo similar a lo que vimos en El despertar de la Fuerza, con una mezcla saludable de efectos prácticos y CGI. Parece que algunos de los viejos modelos a escala de naves espaciales inclusive fueron usados como en la trilogía original, lo que le da un aire de fidelidad estética interesante a una película que se podría ver pegada al Episodio IV.

Para los más fanáticos, la película está repleta de guiños a las películas anteriores, al igual que a las dos series animadas más recientes. El mismo Saw Gerrera es un personaje que vimos hace un par de años más joven luchando junto a Anakin y Obi Wan. También oímos una corta mención de General Sendulla (de Star Wars: Rebels) y vemos la nave Ghost por unos segundos. Hay, muchos más guiños y referencias, pero hasta no ver la película de nuevo, sería imposible nombrarlos todos. Si hay guiños para el Episodio VIII, cada quien los descubrirá.

Si se es muy minucioso con el análisis cinematográfico, Rogue One cae un poco en el error ordinario de presentar demasiadas coincidencias convenientes a lo largo de la trama – cosa que plaga el universo cinematográfico de Star Wars, rompe frecuentemente con su ilusión de veracidad narrativa y puede molestar a los más juiciosos de la lógica narrativa –. Pero para muchos esto no será mayor problema y más bien entenderán estas coincidencias como una parte fundamental del universo de Star Wars. El corto tiempo de la acción de la película también parece hacer que la trama se mueva a toda velocidad en algunos momentos, con solo algunos momentos de descanso.

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Rogue One es un excelente abrebocas a todo un universo que aún está por explorar. Salirse de la algo trillada y melodramática vida de los Skywalkers y su familia extendida es un respiro bienvenido y grato, pues las peripecias de las acciones heroicas de estos “personajes menores” ayuda a dar vida a un universo que tiene mucho más que ofrecernos que magos intergalácticos con espadas de luz. Es una toma más seria y centrada al universo al que George Lucas dio vida en 1977 y, por lo pronto, es una dirección interesante con un porvenir rico en historias distintas.

Sobre los hombros Rogue One descansaba el futuro de las películas del universo cinematográfico de Star Wars fuera de las tres trilogías Skywalker y parece que, como en otras franquicias, Disney está yendo por el camino correcto: expandiendo y, a la vez, consolidando una mitología riquísima.

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