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Fiesta de salchichas – La reseña

Relevante y divertida, pero definitivamente una película para mayores de edad. En serio.

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Disney empezó todo, trayéndonos películas animadas a la gran pantalla repletas de lugares comunes y estereotipos culturales con canciones interpretadas por animales y objetos inanimados. Luego llegó Pixar y nos enseñó que una película animada puede ser compleja, crítica y conmovedora. South Park significó una apertura al séptimo arte de animación para mayores de edad con su largometraje de 1999. Ahora, Fiesta de salchichas vuelve a demostrarnos que la animación madura tiene un público enorme y que puede ser a la vez grosero e irreverente, sin dejar de ser genuinamente gracioso y relevante.

Esta divertida parodia de las películas de Disney y Pixar, dirigida por George Tiernan y Conrad Vernon, es la culminación de ocho años de un proyecto de pasión por parte de Seth Rogen. Como pueden imaginarse, no fue fácil llevar esta propuesta a los estudios de animación y muchos se negaron a desarrollar la película. Sin embargo, el proyecto despegó.

La película tiene una premisa bastante sencilla: ¿qué pasaría si nuestra comida tuviera sentimientos?

Nada bueno, al parecer.

Todo comienza como de costumbre: una canción de Alan Menken (Aladino, La bella y la bestia, El jorobado de Notre Dame, Hércules… Enredados [un montón de canciones conocidas]). Esto nos introduce al curioso mundo de los productos sentientes del supermercado: frutas, condimentos, ingredientes, enlatados, productos de higiene, todos viven a la espera que los humanos (dioses) los elijan para llevarlos al “más allá” para vivir felices por siempre. La canción empieza suficientemente inocente, pero pronto vemos que este mundo del supermercado está repleto de cosas lejos de ser políticamente correctas. Sin embargo, todos viven la placentera ilusión de la selección divina sin problemas.

La animación es sorprendentemente buena. No están los detalles más minuciosos del comportamiento realista en la física que Pixar ha desarrollado durante los últimos años (Brave es casi un demo de tecnología capilar), pero la animación está a la altura. Los personajes tienen un estilo particular lo suficientemente parecido a Pixar como para engañarnos, aumentando el valor de la parodia. Es un buen choque entre lo tierno y el mal gusto, llevado a cabo con excelentes (y sorprendentes) actuaciones de voz.

[Ahora algunos spoilers de la película]

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Frank (Seth Rogen), Barry (Michael Cera) y Carl (Jonah Hill) son tres salchichas ansiosas de ser elegidas en las compras del 4 de julio para poder salir de su empaque y poder “juntarse” con sus respectivos panes (nótese la broma fálica), entre ellos la novia de Frank, Brenda (Kristen Wiig).

Todo cambia, sin embargo, cuando un tarro de miel-mostaza (Danny McBride) es devuelto a la tienda por uno de los “dioses” (pues, ¿a quién le gusta realmente la miel-mostaza?). Habiendo experimentado la horripilante realidad del supuesto paraíso, miel-mostaza intenta correr la voz, pero pocos le creen. Desafortunadamente para el personaje de McBride, miel-mostaza es elegido una segunda vez, junto con Frank y compañía, y resuelve que el único escape posible es el suicidio.

El suicidio de miel-mostaza, junto con un esfuerzo heróico de Frank y Brenda, termina causando un accidente y dos carritos de mercado chocan. En el mórbido (y cómico) caos que le sigue al accidente, Frank y Brenda, junto con Lavash (David Krumholtz), que es un tipo de crepe árabe, y Sammy (Edward Norton), un bagel, emprenden el camino de vuelta a sus respectivos pasillos para asegurarse otro chance de ser elegidos. Mientras tanto Barry y Carl siguen su camino hacia el más allá, sin saber lo que les espera.

Brenda cree que la mala suerte de ellos es un castigo divino, pero Frank, ahora lleno de dudas, quiere aprender la verdad sobre el más allá.

[Fin de spoilers]

La película transcurre en su mayor parte en el supermercado, haciendo un recorrido por toda clase de alimentos, condimentos y productos. Cada uno (o al menos la gran mayoría) representa algún estereotipo caricaturizado: judíos, mexicanos, palestinos, amerindios, entre otros; todos con alguna situación cómica relacionada. Muchos de los chistes son una mezcla ingeniosa de juegos de palabras (como que un Twinkie sea gay), el lugar de proveniencia de los alimentos (conflicto Palestina-Israel) y una buena dosis de típico y burdo humor norteamericano, lo de siempre.

Dentro de la oleada sin escrúpulos de chistes y mofas, el arco general de la cinta hace una crítica cándida a la religión organizada, especialmente a creer algo sin jamás cuestionarlo, tocando ocasionalmente otros problemas sociales y culturales a los que nos enfrentamos hoy en día. Es una apuesta ingeniosa a favor de la colaboración y no discriminación, que seguramente para muchos quedará perdida o sepultada bajo un sinfín de imaginario sexualizado y violento.

Para los aficionados a la animación, Fiesta de salchichas es una película refrescante. Muchos de los chistes no serán del agrado de todos (pues la comedia es subjetiva y algunas referencias un tanto oscuras), pero la mezcla de humor irreverente sin pelos en la lengua y crítica institucional funciona de maravilla.

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